Paseando por Santa Catalina, barrio emblemático e histórico de pescadores, dada la cercanía al puerto pesquero y la lonja, me doy cuenta de su característica arquitectura muy diferente al resto y ahora pienso que hace relativamente pocos años una gran muralla separaba el casco antiguo del resto.
Fue en 1902 que por orden del rey Alfonso XIII se aprobara el decreto definitivo para el derribo de las murallas de la ciudad de Mallorca. Impresionantes murallas de 2460 metros de largo, aún quedan restos en algunas partes de la ciudad.
Un tal Calvet ganó el proyecto y concluyó con una circunvalación que ocupaba el espacio perimetral de las antiguas murallas a modo de cinturón de ronda, las ahora llamadas Avenidas. Por ello encontramos en ciertos lugares una arquitectura diferente a un lado y al otro de las avenidas.
En Santa Catalina se conservan las viviendas tradicionales de 1 ó 2 alturas, como también las características terrazas, fachadas con persianas mallorquinas y balcones protegidos del sol por las típicas cortinas blancas.
Estas cortinas de loneta en el exterior del balcón con herrajes de hierro tan características de esta zona son elemento fundamental en la decoración, proporcionan un ambiente mucho más agradable, además de ser esenciales para guardar nuestra intimidad de ojos ajenos, sin perder esos valiosos rayos de sol que entran por nuestros ventanales, también, un importante detalle es que sirven para no permitir el acceso del frío, porque al momento de frías corrientes o lluvias, el vidrio (conductor) permite el enfriamiento y este pasa al ambiente bajando las temperaturas.
Ahora se fabrican de loneta per me cuentan que el color y el material es muy característico, en las casas de la época utilizaban tela de trapo, «drap» que cambiaban cuando las inclemencias del tiempo o el simple roce hacia imposible que siguiera luciendo como toca, así que reutilizaban estas telas para la limpieza del hogar.
No conozco ningún otro lugar de la geografía donde sean tan características este tipo de cortinas que además los propietarios siguen manteniendo como antaño.
Las principales fábricas de tela estaban en Sóller, industrias que funcionaron a pleno rendimiento a partir de la Guerra Civil. Los grandes bombardeos sufridos en las zonas industriales de Barcelona, principal productora en aquella época, consiguieron que Sóller le tomara el relevo y así desarrollar y dar salida a un buen número de empresas aquí alojadas, catorce en particular que trabajaron las 24 horas en la producción de cortinas y sábanas.
No me cabe duda que le dan a la zona un ambiente romántico y con carácter, tradicional pero también elegante.