Que conste que al artículo podía haberlo titulado “El estilo vintage”, pero no… en este caso creo que le queda algo pedante porque de lo que se va a tratar justamente es de esos vestigios pasados de moda, elegantes y retro en algunos casos y en otros carcas y horteras.
Porque quién no reconoce esos paños de pared de gresite de colorido verde indefinido, en su día seguro esperanzador y alegre y ahora con el paso de los años y la polución han tomado un matiz parduzco y mugriento. Esos pedazos de fachadas pegadas a un bareto de edad indefinida que aún conservan los vestigios más bien algo decrépitos de un tiempo pasado al igual que ese negruzco de fritanga y humo pegado al antaño lujoso mármol, negro marquína, rojo alicante o gresite de variado colorido de aquella.
Aunque también encontramos esas maravillosas fachadas modernistas o contemporáneas, que dan un aire elegante y distinguido y visten con sutileza edificios, negocios, bares y restaurantes
El Estilo Retro comienza con los muebles y la decoración de los años 50 y abarca las décadas de los 60, 70 y 80. Los muebles y decoración anteriores a esos años se consideran Vintage y tienen más de cien años, son directamente antigüedades. Vivimos una época en la que las fronteras entre estilos y años a veces se funden. La tendencia a fusionar y mezclar borra el punto en el cual comienzan y terminan cada uno.
En la actualidad, lo Retro es tendencia. Lo encontramos una y otra vez en los textiles, en los muebles, en los diseños de los sofás, en los papeles pintados renovados, en los azulejos de los suelos.
Ahora lo tenemos muy presente en las ciudades y en los negocios, recreando esas antiguas panaderías/tahonas, pastelerías con encanto , los típicos colmados de los barrios. Lo vemos también en la mercería de la esquina, en el mecánico del barrio.
En cuanto a los bares, encontramos los que nos transportan a otra época soberbios y elegantes y los otros baretos de desayunos, churros, ensaimadas o bocatas de toda la vida. Ejemplo perfecto de ello y muy bien caracterizado, el bar Reinols de la serie Aida, con el citado gresite verde descolorido y ese mármol travertino negro con el que forraban los bajos de las paredes a modo de rodapié gigante y su hidráulico desgastado y medio roto en el suelo… ah! Se me olvida un par más de súper clásicos, esos característicos toldos de rayas sobre la verja verde o en otros casos persianilla gris que cerraba el negocio.
Se me ocurren otro montón de monumentos a la antigüedad que empapan nuestras calles, esos rótulos luminosos de mercerías, barberías, droguerías que aún están presentes. Recorriendo con mi vespa el centro, he fotografiado carteles reales que aún inundan nuestra calles, esos carteles que recuerdan a un tiempo pasado y que deberían estar en museos o en salas de exposición, reliquias de un tiempo pasado que aún conservan nuestras calles, son templos de historia que deberían ser declarados como Bienes de Interés Cultural.
www.blancarey.com